Para recordarte siempre |
Hoy el día ha amanecido nublado y melancólico, como si nuestra ciudad quisiera acompañarme en tu memoria. Porque te recuerdo en cada segundo, y en los breves momentos que la razón logra distraerme de ti mi corazón siente que te pierde poco a poco, arrastrado por el avance inexorable del tiempo. No quiere comprender que, aún sin saberlo, llevaba esperándote toda mi vida.
Ya de niña compartía sueños sobre ti con mi mejor amiga, bajo el abrigo cómplice de la mesa de escritorio, todavía cubierta de cuadernos y lápices sin afilar. Imaginábamos entre risas, migas de pan y tabletas de chocolate un futuro sin barreras, de casas adosadas con jardines felices llenos de niños entremezclados. Y ese sentimiento floreció con los años, mientras mi corazón recogía el rocío de ese diminuto capullo de rosa y lo bebía a pequeños sorbos, afianzando la certeza absoluta de que ese pequeño milagro sucedería algún día.
Y así el destino me llevo a tu padre, empeñándose en unirnos a pesar de mis decisiones y despistes. Ya en aquél entonces te anhelaba tanto que tu búsqueda fue una condición sine qua non para afianzar nuestra relación. Con los años el amor se afianzó y te convertiste en un deseo común, en la esperanza de ver el reflejo mutuo superado; siguieron los planes más anhelantes cada vez, el imaginar abrazados el color de tus ojos y tus cabellos, retrasando el momento por circunstancias externas que hoy parecen tontas excusas.
Pero como todo lo bueno te hiciste esperar. Una vez iniciada tu búsqueda llegó primero la decepción de los primeros meses, enturbiada por la duda de la posibilidad, con la impaciencia como mala compañera de viaje.Irónicamente, cuando llegó el momento pasó desapercibido hasta un mes más tarde, como si hubieras decidido entrar de puntillas en nuestras vidas. Durante horas guardé celosa ese secreto sólo entre nosotras dos, un maravilloso regalo adelantado en la víspera de navidad, hasta confesar finalmente, chupete en mano, a tu padre.
Y desde entonces te queremos:
Tu mamá