Lilypie Angel and Memorial tickers

Lilypie Angel and Memorial tickers

martes, 28 de agosto de 2012

Ilusiones robadas

Hola, mi vida:

Nuestro diario


Aunque también escribo en el blog, hoy estreno cuaderno, con una pequeña niña de rizos desbocados en la portada, de mirada inquieta y curiosa, como sin duda lo hubieras sido tú. Todavía se me hace muy duro imaginar todo aquello que pudiste haber sido, tantas esperanzas rotas, tanto amor sin destino. Por eso sigues llenando cada instante de mi día, pues me levanto contigo en mi mente, te busco en la cara de cada niño, te añoro en todo aquello que hicimos juntas, te lloro cada atardecer y te quiero día y noche.




El vestido de la yaya


Porque fuiste y sigues siendo el centro de mi vida. Contigo compartía los nervios del trabajo, reclamando rebelde la atención mientras yo me sonreía interiormente, y te mecía adormecida en el camino a casa, con caricias externas y descansos frecuentes; por las noches te removías juguetona e incansable, sólo relajada bajo la calma impasible de tu padre. Para tí imaginaba tranquilos crepúsculos compartidos y paseos por la playa, descargaba juegos y canciones de cuna, miraba anhelante escaparates rebosantes de diminutos vestidos.



Quizás por eso se me hace tan difícil sentir ilusión ante los múltiples planes que se tejen a mi alrededor; te convertiste en mi felicidad, y al marcharte la llevaste contigo, dejando en mi mirada, antaño risueña, tan sólo melancolía. Y aunque en mi mente sé que tengo que seguir adelante, pues se lo debo a tu padre, a mi familia, incluso a tus futuros hermanos, simplemente no puedo todavía, ahora que sé que te he perdido para siempre. Porque ningún consuelo te devolverá a mis brazos, nadie conseguirá devolvernos las ilusiones robadas, y mi corazón nunca recuperará el hueco que dejaste.

 Supongo que el tiempo pondrá parche a este dolor, la rutina cobrará sentido y el mañana recobrará su brillo; tal vez soy egoista por no creerlo todavía, por buscar a veces la soledad para añorarte, sin corresponder el cariño que me rodea. Pero sea pronto o tarde, todavía no estoy preparada para ese futuro en el que tú no estás.

Te quiere siempre,

 Tu mama

martes, 21 de agosto de 2012

Los recuerdos agridulces

Hola, mi dulce niña:


Lo poco que me queda


Hoy hace casi un mes desde que te perdí. Quizás como dicen todos el paso del tiempo mitigue tu ausencia, pero la aparición de la rutina no hace sino recordarme que ya no se apartará para darte la bienvenida. Por eso, a veces tengo la sensación que las horas pasan sin sentido y los días se escurren entre mis dedos mientras yo estoy ocupada echándote de menos. No puedo evitar ver tus rasgos en otros niños, anhelante, imaginando aquello que pudo haber sido. Y mi boca se amarga y los ojos se llenan de lágrimas mientras busco una razón para la injusticia de no tenerte. 





Pero también el corazón me concede treguas, que utilizo para refugiarme en los meses que compartimos. Me conforta pensar en esos momentos que disfrutamos las dos: el placer del agua sobre mi barriga cuando tarareaba para tí en la ducha,  el olor a caramelo con reflejos de purpurina de la crema que me ponía cada día o el baile que compartíamos cada noche, tú inquieta y revoltosa mientras yo te acunaba con las manos en los costados. Incluso tus ataques de hipo, hasta en eso como tu madre. 



Nuestro moisés

Sin embargo, no puedo evitar recordar todos los planes que tracé con tu padre, tus abuelos o tus tías, intentando recuperar algo de tanta ilusión desbordada, teñida de la impotencia de no llevarlos a cabo. Porqué sé que es un imposible, pero todavía quiero que duermas a nuestro lado, que me desvele tu llanto de madrugada y  que me regales esa primera sonrisa, tan breve como inolvidable. Y sé que tengo que seguir adelante, que se acerca el momento de la despedida, pero yo no puedo, mi vida, pensar en dejarte marchar.

Te quiere siempre,

Tu mamá



martes, 14 de agosto de 2012

La princesita del guisante

Hola, mi cielo:

Han pasado ya muchos días y apenas te he escrito. Mi familia , también tuya, me acompaña sin descanso buscando aliviar el dolor de la pena y yo les quiero, les escucho y me distraigo, con tu memoria presente aunque adormilada, pues tengo una eternidad para añorarte. Pero en la algarabía de los quehaceres cotidianos de vez en cuando me abstraigo buscando una imagen para recordarte, mi princesita del guisante. Sé que apenas te hice regalos, mi vida, y por eso este sencillo dibujo, esa delicada niña perdida entre almohadones, supone para mi un reflejo de todo el cariño que compartimos, un detalle especial sólo para ti, un secreto entre las dos.
Por eso busco la manera de llevarlo cerca de mi corazón, un recuerdo palpable al que poder acariciar, con lo poco que me queda de ti. Porque aunque atesoro con avaricia cada una de nuestras memorias, que son tantas y a la vez tan pocas,  se qué ya no estás, mi vida, y eso no me lo devolverán los recuerdos.

  

Recuerdos que aún así son como joyas, reflejos pulidos con brillo propio; algunos compartidos, muchos sólo de las dos. Aunque fueron tantos los que nos acompañaron  y te quisieron desde el principio: eran para ti las felicitaciones y el comedido brindis de tus abuelos y tía paternos, por ti la sorpresa disfrazada de Ikea de tu abuela materna y las  ofertas de canguro de mis ilusionadas hermanas; una navidad de promesas y felicidad compartida.  Ni la prudencia de las primeras semanas ni los nervios de qué pasará en el trabajo enturbiaron nuestros primeros meses, mientras tu seguías sin querer molestar, pequeña, y yo estudiaba tus avances en el móvil, entre dibujos anatómicos y metáforas agrícolas. Y la noticia se fue extendiendo, entre esquiaras y guardias, mientras yo te palpaba con orgullo en mi barriga apenas prominente.

Ya desde entonces te quería, aunque todavía no sabía cuanto.

Tu mamá


martes, 7 de agosto de 2012

Soñando un imposible


Hola, mi vida:

Hoy la noche me ha hecho un pequeño regalo: entre las rebuscadas fantasías de Morfeo,  me ha dejado tenerte de nuevo entre mis brazos. Ignorando feliz la consciencia de que era sólo un sueño, te he acercado a mi pecho y acunado con ternura, saboreando el efímero momento; el espejismo de mis manos acariciaba tu frágil piel mientras te cambiaba los pañales, con tus ojitos fijos en mi cara, mientras esa boquita de piñón, de finos labios carmesí, me dedicaba la sonrisa que nunca tuve.

Después ha llegado la mañana y con ella tu ausencia. Tu padre me ha mirado con ternura, bañándome en caricias e intentando robar una sonrisa; así que me he obligado a sacudir la melancolía y se la he entregado, contigo que también eras él siempre en mi mente. Y el día ha seguido en esta casa tan llena e irónicamente tan vacía, donde mi familia intenta preservar ese precario ánimo, ocultando su preocupación entre labores de limpieza y miradas furtivas; yo les miro con cariño, les abrazo y les quiero, pero su consuelo sabe a poco en mi boca. Un consuelo que tampoco encuentro en la eternidad prometida, pues sin ti no logro reconciliarme con ese Dios extraño que perdí hace tiempo; aún así, mi razón pierde a ratos la partida y en una silenciosa oración,  desde muy dentro anhelo con todas mis fuerzas que mi pequeño angelito me espere en las alturas, acompañada por tantos a los que quise y me quisieron, protegida por siempre, cuando yo no la pude proteger.

Por eso hoy he huido a las laderas del Tibidabo, con la penitencia del infausto recorrido que hicimos aquella noche tan llenos de ilusión, ilusión que se quebró en mil pedazos cuando tu corazón ya no latía. Y mirando la ciudad, rezo de nuevo por ti, mi pequeña Aroa, y lloro en el pecho de tu padre por todo el tiempo que nos ha sido robado.




Hablamos de buscarte un lugar especial, pero yo no puedo dejarte ir todavía, aunque seas ahora sólo polvo y cenizas. Sé que  lo comprende, y como cada día consolará y esperará paciente, aunque algo preocupado porque esa pena no pase y me aleje. Para él es diferente, la mente ha calmado al corazón; pero no te engañes, mi cielo, sé que siempre recordará tu carita entre sus brazos, las lagrimas de esa despedida tardía, pero hace días que decidió aferrarse a la única mujer que le queda.  

Tu tía, la que soñaba contigo


La tarde pasa y con ella una hermana se va y otra llega, las dos tan sensibles y preocupadas, tan llenas de amor hacia mí. Y yo me siento una farsante al no poder corresponderlas, pues mi corazón roto todavía te pertenece a ti, mi querida niña. Quizás por eso a tu abuela, aquella que tanta ilusión compartió, quién te tejió vestidos, sábanas y arrullos, la que tiene también todavía el alma partida, le hago todavía un poco más triste al pedirle un poco de soledad para llorarte.

Y así se va otro día y tú cada vez estás más lejos, pero yo no dejo de quererte.

Tu mamá